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¿Merece Bob Dylan el galardón literario? ¿Qué evaluó la Academia Sueca cuando leyó la obra del cantautor norteamericano? Manuel Martínez Novillo hace una breve reflexión acerca de la entrega más polémica en la historia del Nobel de Literatura.

Casi todos los días escucho por lo menos una canción de Bob Dylan. Además, tengo un retrato de él en una pared de mi departamento; es decir que también le veo la cara a diario. Sin embargo, no me alegró saber que la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura 2016. Sobre todo porque pienso que la decisión estuvo basada en una mala idea. Bob Dylan escribe canciones, dijo la secretaria permanente de la academia, Sara Danius, “pero está perfectamente bien leer su obra como si fuera poesía”. El problema es este como si. No porque Bob Dylan no escriba poesía (le entregaría mi sueldo por el resto de mi vida a quién me dijera qué es y qué no es la poesía con exactitud), sino porque este como si deja entrever que el Nobel no evaluó la obra de Dylan como el producto de su voluntad de crear arte de una manera determinada. Sino que juzgó al cantautor en función de una suerte de producto lateral de sus canciones: algo inconsciente y no buscado, que a Dylan pareciera salirle sin querer, esta “poesía”. ¿Está mal que el arte se perciba de una manera distinta a aquella en que el autor la pensó originalmente? Es un lugar común responder que no es desacertado darle dimensiones impensadas al arte. Pero en este caso no creo que sea ésa la respuesta correcta. Bob Dylan es un compositor intelectual y personalmente muy consciente de su oficio. Sus canciones son un reflejo cabal de su carácter: el de un hombre capaz de mirar el mundo -y mirarse a sí mismo- de una manera estilizada, singular y profunda. El medio que Dylan eligió para mirar –y mirarse- es la composición de canciones (y lo hizo conscientemente); no la escritura de letras que pueden ser leídas como si fueran poesía. ¿Merece Bob Dylan el Nobel? No sé. Tampoco creo que sea importante zanjar esa cuestión. Lo que Dylan sí merece (y esto sí importa) es ser juzgado por lo que él mismo hace -a consciencia- con esmero y talento desde hace cincuenta y cinco años, y no por lo que parece que también haría.

Esta columna salió publicada también en el diario La Gaceta de Tucumán.

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