Con este cuento, Trama inaugura una nueva sección dedicada a la publicación de creaciones literarias originales. Guadalupe Valdez Fenik nos introduce en la noche porteña y nos muestra el viaje de un personaje que lucha con el deseo y la ansiedad.

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Bajé del uber y sólo encontré una puerta angosta. Entré y caminé por un pasillo largo y oscuro, hasta que desemboqué en un patio. Traté de buscar a Gael entre la gente, pero estaba llenísimo y era difícil moverse sin chocar con los cuerpos mojados de transpiración.

Habíamos hablado dos palabras en la fiesta en la que lo conocí. Me había parecido lindo y piola, pero como estaba un poco machada esa noche, no estaba muy segura de esa primera impresión. Le había dado mi número igual, en parte porque me había impuesto salir con gente nueva. Él me había escrito al rato.

Me quedé parada contra la pared y lo vi hablando con un grupo de gente. En una mano tenía una botella de cerveza. Me siguió pareciendo lindo, y eso me animó. Pensé en lo incómodo que era conocer a alguien. Las preguntas típicas: a qué te dedicás, qué edad tenés. Quise huir. Todavía estaba a tiempo, pero él me sonrío, y no me quedó otra que acercarme. Me había invitado a escuchar una banda de cumbia-tango de unos amigos. Tomé aire:

-Hola, ¿cómo estás? ¿Todo bien?

-Hola Paula, todo bien, ¿vos? Tomate un trago de birra que hace un calor infumable- dijo con la voz medio quebrada mientras me pasaba la botella. Tomé bastante de un solo trago. Entre el calor y la incomodidad, la cerveza me pareció un milagro.

Él me presentó a un amigo con el que estaba hablando en ese momento, un chico sonriente de rastas y argollas en las orejas.

-Ya vengo, voy al baño- dijo.

Encima iba a tener que hablar con el chico que me sonreía. Me contó que ese bar se re ponía los lunes, pero que ahora no le gustaba tanto porque se había vuelto muy hipster. Miré el entorno, tenía razón, casi todos estaban vestidos iguales, y usaban los mismos anteojos. Me preguntó qué hacía yo.

-Soy escritora- dije y me pareció ridículo de inmediato.

-Ah mira… qué interesante. Te tengo que llevar a un jam que está buenísimo. Es como un karaoke de poetas.

-Qué buena onda- dije, tenía tan pocas ganas de ser simpática con el chico rastafari, pero pasaba el tiempo y Gael no volvía, así que hice un esfuerzo, era eso o me quedaba sola. Escuché que la banda empezaba a tocar y le propuse que entráramos. El chico me siguió, sonriendo, yo no tenía ningún interés en él, pero sí cierta esperanza de que cuando Gael volviera, me viese ahí riéndome y sintiera celos, o pensara: qué simpática e independiente es esta mina. Cuando volvió no dijo nada, me pasó un vaso de cerveza fría que acababa de comprar.

La banda tocaba temas de Rodrigo. La gente estaba sentada en sillas, como si fuera un concierto. Los temas tenían un dejo tanguero por el bandoneonista. En la pared proyectaban imágenes del cantante en estampitas de santos.

La banda dejó de tocar, anunciaron un break, antes una poeta leería sus poemas. Subió al escenario una chica en malla y visera. Leyó:

Sexo.

Orgasmo.

Mujer

libre

lucha

unidas

Hoy.

La gente la ovacionó, yo sentí que me moría si seguía dos segundos más ahí, y le dije a Gael:

-¿Vamos afuera a fumar?

-Dale sí.

Prendió un cigarro y permanecimos en silencio durante mucho tiempo. Yo no sabía muy bien de qué hablar, porque además de estar incómoda, había fumado un porro y estaba un poco colgada. Al rato dijo sonriendo:

– Qué bueno que viniste, tenía tantas ganas de seguir hablando con vos la otra vez…- antes de que pudiera contestarle nada le dijo a una rubia de pollera escocesa punky que pasaba: -Ey, ¿no me vas a saludar? Solo para pedirme porro me hablás vos, ¿eh?.

La chica lo saludó con un abrazo, me quedé mirándolos en silencio, los dos eran mucho más altos que yo. La chica tenía además unas plataformas de 10 cm. Mi metro cincuenta en zapatillas y yo sonreímos de manera estúpida.

-Ella es Paula- dijo Gael al rato, recordando que yo estaba todavía ahí. La punky me saludó sin sonreír. Me quedé en silencio mientras ellos hablaban, saqué el celular, pensé qué hacer. Intenté integrarme a la conversación pero hablaban de gente en común que yo no conocía, era imposible. Intenté sacar un tema:

-Qué buena está la banda, ¿no? ¿De dónde la conocés?

-Sí… Tocaba con ellos hace mucho.- dijo y siguió hablando con la punky.

La abrazó por un rato largo, ¿se había olvidado de que yo estaba ahí? Pensé en irme, sacar el helado del freezer, ver algún capítulo de Friends hasta quedarme dormida. Pero la punky se fue.

Comencé a caminar hacia la puerta pero él me agarró de la mano, pensé que quizás sólo era gente muy progre y libre, y él sí estaba interesado en mí, ¿cómo podía no estarlo? Si él me había invitado.

-¿Che, y hoy de qué tuviste ensayo?

-De coro, pero no creas que soy un nerd, ¿eh? El director me pidió por favor que cantara con ellos, yo acepté porque me dejó cantar en el recital de los Rolling, osea ¡¡imaginate!! le hice los coros a los Stone.

-Qué increíble, impresionante.- Me quedé esperando que dijera algo parecido a: ¿y vos qué hacés de tu vida? Pero como no iba a pasar dije: -Yo soy profe de matemática, y escribo.

-Bancá, ya vengo, voy al baño.

Tomé aire, los ojos se me llenaron de lágrimas, pero como igual nadie me estaba viendo no me importó. Tenía que cortar la mala racha, pensé, desde José que no estaba con nadie. Prendí un cigarro porque no sabía qué hacer, estaba cansada de estar parada, me senté en una silla. ¿Qué estaría haciendo José? Lo imaginé como un lobo en la noche porteña, aspirando coca de las tetas de alguna mina, me dio gracia lo desmedido de mi imaginación.

Gael volvió del baño, se acercó a mí mucho. Me miró a los ojos, parecía que quería decirme algo, porque abrió la boca pero no dijo nada, se quedó apoyado en la pared mirándome de costado, en silencio. Al rato me agarró de la mano. Quizás no todo estaba perdido, quizás si tomábamos más, terminaríamos juntos.

Caminamos hasta la barra, compramos cerveza, y volvimos al patio. Me sonrió y me pasó el vaso, saqué un nuevo cigarrillo, me di la vuelta para convidarle fuego a una chica que me pedía, cuando volví la mirada Gael estaba besando al chico rastafari. Dejé el vaso de cerveza en el piso, y caminé hacia la puerta.

 

Colaboró en la edición Horacio Baca Amenábar. 

Imagen de portada: Eduardo Naval.

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