¿Qué se decidió en Gran Bretaña este último 23 de junio? ¿Fueron los votantes verdaderamente conscientes de las consecuencias que acarreaba la elección de salir de la Unión Europea? Jean-François Gutierrez, argentino residente en Bristol, celebra la diversidad que existe en la sociedad inglesa y reflexiona sobre los peligros reales que provoca el nacionalismo.
En 1975 se le consultó por primera vez al pueblo británico si deseaba permanecer en el Espacio Económico Europeo. El resultado fue 67.23% a favor. Este jueves 23 de junio, 46 años después, se puso a nuevamente a prueba la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Y los británicos eligieron la separación con un ajustado 51.9% de los votos.
Si bien el Reino Unido no utiliza un sistema bipartidario, hay dos grandes exponentes de la política británica: los conservadores o “Tories”, orientados a la derecha, y los laboristas, más cercanos a la izquierda. Lo interesante es que los líderes de ambos partidos, incluido el primer ministro David Cameron, abogaron por la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Sin embargo, concedieron libre voto a los miembros de sus respectivos espacios, permitiéndoles elegir por su cuenta y a conciencia entre ambas opciones.
Luego de que triunfara el voto por la salida, Cameron renunció. Muchos analistas atribuyen a su irresponsabilidad este resultado. La pregunta real es, sin embargo, ¿dónde quiere estar el Reino Unido en los siguientes 50 años? ¿Busca ser una nación –o unión de naciones- aislada del resto de Europa? ¿Ha decidido verse obligado a renegociar acuerdos comerciales con un mercado de 500 millones de personas? Recordemos que se trata de un mercado que representa el 44% de sus exportaciones.
Como extranjero radicado en el Reino Unido, seguí este debate con mucha atención desde hace más de un año, cuando fue traído a la agenda por Cameron en sus promesas de campaña. Su idea no era abandonar la Unión Europea (o UE), sino asustar a Francia, Alemania y España a fin de renegociar un mejor acuerdo para el Reino Unido.
Los ingleses interesados en política siguieron muy de cerca la negociación del primer ministro. Sus exigencias, en apariencia sencillas, resultaron sumamente complejas dentro de un sistema de 28 naciones. Pueden resumirse en los siguientes puntos:
1- Todo inmigrante debe haber contribuido impositivamente un mínimo de 4 años antes de poder acceder a las ayudas del Gobierno. Este enfoque fue aceptado.
2- Debe eliminarse la “ever closer union”, una expresión ambigua de la constitución europea que promueve una Europa “federalizada”, es decir con la posibilidad de tener legislaciones más “cercanas” a los ciudadanos y comunes en un futuro. El Reino Unido considera esta idea políticamente perniciosa para la autonomía del país. A pesar de su vaguedad, esta exigencia le fue concedida.
3- El euro no debe ser la moneda dominante y predilecta en los acuerdos comerciales, y los rescates financieros (como el que se llevó a cabo con Grecia) no pueden ser obligatorios sobre las naciones miembro. También se concedió esta exigencia.
4- El Reino Unido solicitó poder regular la cantidad de inmigrantes que recibe de la Unión Europea.
Estas negociaciones no fueron sencillas. Cameron consiguió tres de los cuatro objetivos. Pero Bruselas consideró innegociable su política migratoria: el libre tránsito está garantizado entre las 28 naciones miembros.
Uno podría creer que los ingleses debieron sentirse satisfechos con el %75 de sus demandas concedidas, pero los políticos no midieron el peso que la política migratoria iba a tener en el sentir de la población.
La idea de echarle la culpa a los extranjeros no fue inventada para este debate ni será exclusiva de este referéndum. El obrero británico que se siente reemplazado por los inmigrantes de Europa del este, en su mayoría polacos que ya suman más de 790 mil personas en una nación de 64 millones, no siguió de cerca la negociación de Cameron en la Unión Europea. Y, al lanzarse el referéndum, la derecha nacionalista llenó la discusión con consignas falsas que prendieron fuertemente en un sector de la población de la isla.
Dijeron, por ejemplo, que los inmigrantes consumen más del fisco de lo que aportan, cuando las estadísticas oficiales indican lo contrario. Sólo el 2,2% de las ayudas estatales o planes de familia se destinan a residentes provenientes de la UE.
Por otro lado, con una desocupación del 5.3%, los inmigrantes constituyen un elemento clave para la economía británica. Ellos son los que ocupan cada puesto de trabajo no calificado que necesita el sistema para funcionar: trabajan en fábricas textiles, supermercados, restaurantes y negocios de comida rápida.
Conocí muchos mozos que eran licenciados en marketing, ingenieros o topógrafos, entre otras cosas, todos con excelente preparación universitaria, que habían tomado esos trabajos para poder mejorar su inglés. Ninguno tenía problema en agachar la cabeza -y hacer funcionar el país- hasta que una mejor oportunidad se presentase.
Pero el asunto no se detiene ahí. La NHS (National Health System), gran orgullo de todos los británicos, necesita cada vez más personal extranjero para hacer funcionar sus hospitales, porque la oferta nacional no alcanza para cubrir uno de los sistemas de salud pública y gratuita más grandes del mundo. Dentistas, médicos y enfermeros son buscados por toda Europa. Se les ofrecen salarios de excelencia. El jefe de la NHS, Simon Stevens, dijo incluso que el Brexit podría dañar seriamente el funcionamiento y financiamiento de la salud. Las consecuencias están por verse.
Otra mentira que el lado secesionista intentó implantar fue que al Reino Unido le costaba £50 millones diarios formar parte del “club”, que es como ellos llaman a la administración de la Unión Europea. Éste y otros argumentos de índole económica fueron repetidos por los nacionalistas; ninguno tuvo sustento real, todos fueron números arrojados irresponsablemente al aire. Pero surtieron efecto en la población.
Soy tucumano, pero vivo en Europa hace cinco años. Nunca me había sentido más cómodo que en el Reino Unido. Es un país donde uno vale por sus habilidades y no por su apariencia. Los policías en las calles tienen tatuajes y barba, los cajeros de banco tienen expansores y piercings. Aquí es normal que tu compañero de trabajo sea travesti, musulmán o simplemente tenga más de 65 años, y aún así sea juzgado principalmente por sus competencias y no por cualquier otro criterio (o prejuicio). Las grandes empresas tienen “pray rooms” (salas de rezo) para los religiosos más ortodoxos, a fin de que puedan tener su conversación diaria con su dios, y al lado tienen salas de relax con una Play y el último FIFA.
A diferencia de algunos ingleses, yo no siento que este país me deba nada. ¿Será ésa la sensación de los autóctonos? No lo creo: jamás creí algo parecido en mi país, la Argentina. Por el contrario, yo vivo agradecido de las oportunidades que día a día se me presentan aquí. Lo que ocurre es que una sociedad abierta y tolerante, además, te hace sentir capaz de aportar tu granito de arena al funcionamiento del sistema, porque tu esfuerzo cuenta y tu trabajo te hace formar parte de algo más grande.
Mi mayor preocupación era que el voto se decida en el ámbito puramente emocional, que sea un voto no informado. Esperaba que la lógica y el sentido común prevalezcan a la hora de decidir, y que la gente escuche la opinión de los expertos, ya que todos coinciden en lo mismo: Gran Bretaña es más fuerte en la Unión Europea.
Pero no fue así. El referéndum arrojó al Reino Unido a una incertidumbre política y económica que se expande rápidamente por Europa y los mercados mundiales. A sólo horas del anuncio, la libra se desplomó a su nivel más bajo en los últimos treinta años. Cameron presentó su renuncia a pesar de haber sido re-elegido el año pasado, y con cuatro años de mandato pendiente. El HSBC anunció que moverá sus sedes de Londres a París o Berlín.
Escocia y Gales, dos de las cuatro naciones que conforman el Reino Unido, se manifestaron claramente a favor de permanecer. En Escocia, todas las urnas dieron como ganador al “stay”. Con un voto con márgenes tan estrechos, la factura política y social es preocupante en varios niveles.
¿El Reino Unido abandonará realmente la Unión Europea? Según Jeremy Corbyn, líder del partido laborista, la transición tiene que acelerarse lo más rápido posible para estabilizar la incertidumbre económica. En el caso que ambas partes quieran seguir negociando, la UE cambiará su enfoque, y dejará de ser tan generosa con el Reino. Quieren usar el caso como ejemplo para apagar los fuegos de sedición a lo largo del continente. Sin ir más lejos, hoy Marine Le Pen dijo que aplaudía el referéndum, proponiendo uno para Francia (Frexit). También se han hechos llamados en Holanda (Nexit), Polonia y Hungría.
Como se señaló arriba, el 44% de las exportaciones británicas van a parar a la UE. Por ello, el resultado más ridículo del Brexit se manifiesta en la necesidad del Reino Unido de negociar nuevamente con la Unión Europea para seguir comerciando, pero esta vez no como miembro fundador, sino como parte del Espacio Económico, lo que significa que deberá pagar los mismos aportes y permitir el libre tránsito (lo que horroriza a los nacionalistas e islamófobos) pero no tendría voto ni veto sobre las decisiones que se tomen en el Parlamento Europeo. Una paradoja.
Al parecer, y en el marco de estas negociaciones, la UE le ofrecerá al Reino Unido lo que ya tiene o menos. Si la historia concluye de esa forma, será la prueba máxima de que se votó por capricho, ignorando por completo a todas las voces calificadas. Y, peor aún, omitiendo el claro mensaje de la juventud inglesa, que votó con mayoría abrumadora por la permanencia (como el 70% de la población con educación universitaria), y de las otras naciones del Reino.
¿Qué pasará cuando los secesionistas se den cuenta de que obtendrán lo mismo o menos que tenían antes, y tendrán que soportar lo mismo o más de la Unión Europea si no quieren dejar de comerciar con ella? ¿Qué sucederá cuando vean que ciudades revitalizadas con fondos de la UE, como Liverpool o Newcastle, empiezan a derrumbarse o trastabillar? ¿Y cuando comprendan el alcance del aumento en insumos importados a causa de la pérdida del free-tax con los socios comerciales, lo que redundará en aún más desempleo?
Ingresando en las reivindicaciones más sentidas entre los nacionalistas, ¿cómo reaccionarán cuando entiendan que ya no pueden compartir inteligencia contraterrorista con todas la naciones de la EU? ¿Qué harán cuando Escocia pida irse nuevamente, pero esta vez para ser parte de la Unión Europea, estrategia que ya explicitó la primer ministra de esa nación?
¿Qué pasará cuando vean que sus vacaciones en España empiezan a verse inundadas de trámites burocráticos? ¿Mantendrán el ardor nacionalista?
Ahora sólo queda esperar a ver cómo se desarrollan las negociaciones, y prestar mucha atención al alza xenófoba en Europa, que aprovecha el descontento popular para desandar el camino de unión que empezó en la posguerra. Es un tema que impacta en todo el mundo y que, como extranjero que vive en este país, me afecta en forma sumamente personal.
Colaboraron en esta nota Horacio Baca Amenábar y Manuel Martínez Novillo.
Imágenes: Evi Tártari.
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Ahora comienza el enorme y arduo proceso de deshacer las medidas que han cosido al Reino Unido en la vida de otros 27 paises. El asunto de las obligaciones financieras del Reino Unido se ha convertido en un totem para los brexiters, que se preocupan poco por el futuro de Europa y las relaciones del Reino Unido con ella.