¿Qué pasa en las carreras de mountain bike? ¿Cómo influye el entrenamiento en la cotidianeidad de un deportista profesional? Atilio Boggiatto relata la historia de un corredor preparándose para el Trasmontaña, una de las carreras más importantes de la categoría en este país, y encuentra espacio para reflexionar sobre la disciplina y la constancia en el deporte y en la vida.   

En Tucumán agosto bien podría ser el “mes de los bikers”. Repentinamente están por todos lados: como si una gran urbe de corredores hubiese estado hiberando y la alarma del Trasmontaña los hiciera salir de sus cuevas. Pero no son sólo tucumanos. En los momentos previos a esta carrera la provincia se llena de personas de todo el país y sus alrededores. Uno puede cruzarse con grupos de hasta veinte bikers circulando por las zonas cercanas a los cerros tucumanos.

El Trasmontaña es una carrera de mountain bike que posee ciertas características que la hacen destacarse dentro del circuito. Se trata de un trayecto de una sola vuelta que atraviesa distintos puntos y en la edición del 2016 llega a abarcar cuarenta y dos kilómetros y medio de los cerros tucumanos. A lo largo de la senda, los corredores se enfrentan a un terreno sumamente cambiante. Deben, entre otras cosas, cruzar ríos, deslizarse por descensos largos y vertiginosos o empujar ascensos empinados que obligan, muchas veces, a bajarse de la bici y caminar. El Transmontaña es una aventura. Para los más veloces dura dos horas y media aproximadamente; llega a extenderse hasta las cinco horas para alcanzar el promedio general de todos los competidores.

Este año se inscribieron más de 3000 bikers de los cuales se estima que alrededor de 900 son debutantes y que aproximadamente 2000 vienen de otras provincias. Además de tratarse de una carrera larga -de una sola vuelta-, se realiza en pareja: el reloj deja de correr una vez que el segundo integrante del equipo cruza la meta.

El primer Trasmontaña se corrió en 1994. Fue una experiencia piloto que pudo hacerse gracias al empuje de un grupo de bikers independientes, trabajando en conjunto con la asociación de mountain bike. La iniciativa estuvo inspirada en una carrera similar que se realizaba en la provincia, pero era solamente para enduro. Pero de ahí en más el Trasmontaña sólo creció edición tras edición, y de algún modo vino a darle un empuje inédito al deporte tucumano: hoy en día forma parte del almanaque mundial de la categoría.

Muerto al llegar.

Muerto al llegar.

Tal vez en esta carrera se junten casi todos los valores importantes que puede tener un biker -o acaso un deportista en general-. Considerando que al podio acceden tan solo tres parejas por categoría (entre las miles que compiten) y sabiendo que los premios esconden en realidad un valor simbólico, debemos concluir que la mayoría de los corredores se inscriben con el solo objetivo de llegar con su pareja al final. Es decir: terminar la carrera en equipo. Y a la travesía se le añade un misticismo más, propio de estas tierras. Se dice que quien no ha corrido un Trasmontaña no se bautizado como biker, o que cruzar la meta es como graduarse en el deporte.

Viejos amigos

Con Matías Galindo acordamos juntarnos en un bar. Cuando le dije que quería contar cómo era un Trasmontaña, de alguna manera le estaba anticipando que él iba a tener que ayudarme. Una vez ahí, me cuenta que tiene intenciones de correrlo este año. Él ha participado 16 veces en esta carrera. Su pareja sería Norman Hahn, un corredor catamarqueño, amigo de Matías y a quien también conozco desde la adolescencia. Ellos iban a correr el año pasado pero Matías se enfermó semanas antes y no pudo recuperarse a tiempo.

Matías y yo fuimos compañeros en el colegio secundario. Por lo menos seis de esos Trasmontañas él los corrió mientras yo andaba viviendo mi adolescencia. Matías ganó alguna de esas carreras en ese tiempo: es decir, era un competidor profesional que entrenaba para ganar. En algún momento de su vida dejó de tomarse la competencia tan seriamente y pasó a dedicarse más de lleno a sus estudios. Hoy es comunicador social y un destacado docente e investigador joven. Fuimos amigos todo este tiempo, pero siempre sentí algo singular en relación a aquel pasado: como si hubiera habido algo que él vivía que yo nunca podría entender.

Sin tenerlo previsto decido que la nota del Trasmontaña se va a tratar, en realidad, de Matías preparándose para el Trasmontaña. Le propongo que lleve un diario del entrenamiento y que después de cada carrera escriba una reflexión. Le digo que lo voy a acompañar a la mayor cantidad de carreras que pueda antes del main event y que así voy a registrar cómo es un proceso de preparación para una carrera de este calibre. Estamos a tres meses del Trasmontaña y lo primero que viene son las carreras que forman parte del circuito regional.

La gran familia

Es domingo 5 de junio y estamos viajando en auto al circuito donde será la primera carrera del año. Matías maneja el auto, de copiloto va el Negro (otro amigo que va preparado para correr esta carrera) y atrás venimos Eduardo, que me está ayudando con la nota, y yo. Matías nos cuenta que la noche anterior salió hasta temprano con su novia y con amigos. Esta fecha, que estaba prevista para finales de mayo, tuvo que suspenderse en varias ocasiones debido a la temporada de lluvia que azotó a la provincia. Finalmente, se decidió hacer la carrera en Tapia, una localidad que se encuentra a treinta kilómetros de la ciudad de San Miguel de Tucumán.

Distancia de rescate.

Distancia de rescate.

Cuando por fin llegamos al predio, convencidos de la idea de que en Tapia siempre hay sol o que por lo menos nunca llueve –a diferencia del resto de la provincia-, comprobamos que sólo se trata de un anhelo de los corredores. El cielo está nublado, llueve y la temperatura ambiente que registra el reloj del auto es de 8 grados. El reloj también marca las diez de la mañana. Con Eduardo nos vamos a recorrer el predio mientras Matías y el Negro precalientan.

Es la primera carrera que voy como espectador, así que me distraigo en otras cosas. Es claro que los bikers entre ellos comparten algo, que se sienten como una gran familia: cuidan los lugares, se cuidan los unos a los otros. Las familias y los amigos abastecen a sus corredores cuando cruzan el super prime. Un corredor le dice “te amo” a su novia mientras pasa y le señala que en la segunda vuelta necesitará agua. El grupo de mujeres “master” está muy tranquilo en la salida y se la pasan bromeando entre ellas hasta segundos antes de salir.

Empezamos el fuego mientras Matías se limpia el barro y se abriga. Comenta los momentos más significativos junto a otros corredores amigos. Sin darnos cuenta, con Eduardo ya estamos en medio de un grupo de familiares y corredores compartiendo el almuerzo y cuidando la comida que se hace a fuego fuerte en la parrilla. Principalmente se habla del frío, del barro y del Trasmontaña. Entre ellos empiezan a cargarse en relación a la gran competencia: citan historias pasadas y repasan viejas carreras. De alguna manera ya está el caldo en el agua. Los bikers ya tienen los ojos puestos en el Trasmontaña.

Súper domingo

Han pasado más de 20 días desde Tapia y por fin llegó la segunda carrera del campeonato provincial. Hoy no solo Matías tiene una nueva oportunidad para medirse, sino que además San Martín de Tucumán tiene la posibilidad de ascender a la B Nacional y la Selección Argentina juega la final de la Copa América contra Chile: un súper domingo.

Ficciones.

Ficciones.

Esta es la reflexión de Matías después del evento: «Fue la segunda carrera del año y salí quinto. Muy contento. Al terminar sentí que difícilmente podría haberlo hecho mejor. Eso me alegra más allá del resultado. Nuevamente el evento fue en Tapia, pero el día totalmente diferente. Un sol brillante y unos 15 grados. Condiciones perfectas. La estrategia consistía en hacer una buena largada ubicándome entre los diez primeros de la categoría (mi expectativa era terminar entre los diez primeros). Desde allí iría improvisando un poco de acuerdo a mis sensaciones. Sé que intentar seguir el ritmo frenético de la punta, a la larga y en mi estado actual, es contraproducente. Mi mayor rendimiento resulta de concentrarme en lo que pasa adentro mío, no alrededor.

«Una vez que estuviera posicionado entre los diez mejores del grupo, debía concentrarme en no cometer errores, no romper la bici, mantener un ritmo intenso y regular, beber y comer en los momentos precisos. Así confiaba en ir escalando posiciones a medida que los otros competidores fueran bajando el ritmo o cometiendo errores. Todo salió según el plan (algo que sólo se aprende con la experiencia). Desde la novena posición empecé a escalar (sin saber exactamente cuál era mi posición en ese momento). Adelanté al 8vo, -por un problema mecánico- y al 7mo terminando la primera vuelta. En la segunda me acerqué al 6to y lo mantuve en la mira durante casi dos giros completos. En ese lapso, ambos, alcanzamos al 5to. Lo adelantamos y en la 4ta vuelta encontré el momento para atacar y ubicarme en el 5to puesto. Mi satisfacción también se explica porque conozco a todos mis adversarios. Les gané a changos que ponen mucho tiempo, energías y recursos en esto. No son ningunos improvisados”.

Trasmontaña

Es un domingo de sol pleno con 27º grados de temperatura. Son cerca de las diez de la mañana y me estoy acercando al punto de largada que está ubicado a metros de la rotonda de San Javier; me acompañan mis amigos Eduardo, Catalina y Manuel. La cantidad de autos estacionados al costado de la ruta provincial Nº 340 es sorprendente. Nos adentramos por la calle Nº15 para ver la largada. La tensión y la adrenalina de los corredores que esperan su turno para salir se hacen sentir en el ambiente. La organización ha resuelto separarlos en grupos de seis y soltarlos cada un minuto. A la largada le sigue inmediatamente un empinado descenso de seis kilómetros, que tras el primer giro, hace que los biker se nos pierdan de vista. Me llama la atención que pese a la gran cantidad de gente, sumando competidores y espectadores, todo marche en armonía y según la agenda prevista por la organización.

La sociedad del café.

La sociedad del café.

Después de dar algunas vueltas, nos volvemos a buscar el auto que tuvimos que dejar estacionado casi a un kilómetro de la largada. A medida que nos alejamos, el escenario es más parecido a un domingo en familia. Ya en el auto y rumbo al Portezuelo, que es donde se encuentra la meta, ponemos música y andamos despacio como paseando. Es cerca del mediodía y eso significa que Juan Martín del Potro está a pocas horas de jugar por el oro del tenis en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

El trayecto que comprende la rotonda de San Javier hasta el Portezuelo parece haber sido dinamitado; literalmente lo digo. La cantidad de pozos y asfalto roto nos obliga a circular por debajo de los treinta kilómetros por hora y a zigzaguear constantemente. Aunque uno se lo diga mil veces, siempre llama la atención volver a ver la belleza de los paisajes tucumanos. En cierto momento cruzamos la estructura abandonada de lo que podría haber sido la Ciudad Universitaria, un megaproyecto de los años cincuenta que quedó inconcluso pero que en los ridículos registros administrativos de la UNT figura como una obra terminada. Más adelante el tránsito se traba y se desvía brevemente por un camino de tierra al que bajamos a paso de hombre para volver un poco más adelante al asfalto. Uno de los doce puentes que se cayeron en las inundaciones que sufrió Tucumán a comienzos de 2015 está ahí justamente, en ese trayecto de la ruta 340. El puente sigue caído y el paso sigue siendo por el río.

Sabiendo que quizás suene cursi diría que, si no fuese por el paisaje natural, el paseo sería bastante entristecedor. Cada vez parece más evidente que nuestros representantes políticos, ya sea en el Gobierno Provincial o en la Universidad, están empeñados en que Tucumán se convierta en una provincia medieval. La ruta que podría ser el acceso a un escenario paradisíaco se parece por momentos a la entrada de un país en guerra y el elefante blanco que significó el sueño de una UNT moderna y pujante hoy sólo se usa para que los jóvenes se saquen fotos artísticas. Pero todo esto es una nota aparte.

El verdadero policial.

El verdadero policial.

Ya en el Portezuelo ingresamos al predio y por suerte encontramos estacionamiento cerca de los puestos de comida. Después de hacer un rápido sondeo, previa cata de uno que otro bocadillo, elegimos el puesto de sanguches de asado. Me pido uno de bondiola de cerdo con verduras asadas y una lata de cerveza. No fue una elección fácil: en el predio hay una vasta variedad de puestos gastronómicos entreverados con los gacebos de los familiares que esperan a su corredor. A esta hora ya marchan los asados por todos lados y el clima es puramente de festejo. La gran mayoría de los inscriptos está terminando la carrera y ya se ve a los organizadores preparando el escenario donde será la premiación. A esta altura del día ya sabemos que los ganadores de la clasificación general son la pareja de Darío Gasco y Luciano Caraccioli, que con esta victoria se convierten en los ciclistas más ganadores de la historia del Trasmontaña.

Hablo de correr

Una vez intenté correr una carrera de mountain bike en un circuito de El Cadillal. Terminé con el corazón en las manos y un poco desilusionado porque el que salió primero me sacó una vuelta. Después me iba a enterar de que se trataba de Darío Gasco y de que no era tan raro que él y quienes llegaban en los primeros puestos lo hicieran. Pero esa decepción fue suficiente como para que el mountain bike ocupe un lugar más de crucero que de competencia en mi vida. Lo cierto, en verdad, es que tampoco le había dedicado tanto tiempo de entrenamiento a la carrera.

Desde chico que practico deportes y pasé por muchos, pero nunca me destaqué en ninguno. Siempre pensé que para mí esto se trataba de algo secundario, un cable a tierra, una manera de descargar energías. Sin embargo, ahora noto que eso no impedía que yo sufriera cierta desilusión cuando no me iba bien.

El japonés Haruki Murakami, quien además de ser un consagrado novelista es maratonista desde hace muchos años, en un pequeño libro autobiográfico (De qué hablo cuando hablo de correr) cuenta cómo llegó a convertirse en escritor y muestra de qué manera el deporte ayudó en ese camino dándole el ritmo a su vida. Repasándolo, como quien le pide un poco de ayuda, llegué a una idea acaso no muy original, pero en la que encuentro mucho sentido en este momento. Cualquier actividad que uno quiera hacer seriamente y que requiera esfuerzo, necesita de ritmo y disciplina. Descubrir cómo funcionan estos elementos en uno mismo no es algo tan sencillo. La práctica de los deportes, por ejemplo, es capaz de enseñarnos bastante acerca de nuestra disciplina, sobre todo cuando enfrentamos desafíos que nos superan. Supongo que el ritmo sería ser una parte esencial de nuestra capacidad de disciplinarnos.

Clase de silencio.

Clase de silencio.

En el diario de Matías sobre su entrenamiento figura esta frase: “Con los años aprendí que soy mi mejor contrincante, que corriendo contra mí mismo obtengo mejores resultados que intentando seguir la rueda de mis adversarios. Prefiero estar sólo en el silencio, me permite concentrarme mejor”.

Finalmente Matías no pudo correr el Trasmontaña. En la carrera del fin de semana anterior en la Sala habían tenido un mal día con Norman, en su primera prueba como pareja. A esto se sumó que a Matias le había surgido una muy buena posibilidad laboral el mismo fin de semana del Trasmontaña. Cuando me enteré que no iba a correr me desilusioné bastante. Pero luego entendí que, de todos modos, podía contar esta historia. Seguro que la decisión no fue fácil para Matías. Sin embargo, en ese primer momento sentí, absurdamente, que ésta tenía más costos para mí que para él. Matías ya corrió muchas veces el Trasmontaña y posiblemente lo siga haciendo. Y cuando vuelva de sus obligaciones se hará un lugar para salir a entrenar un rato, sin dudas, y despejarse un poco. Y esto no es algo distinto de lo que ha estado haciendo desde que ha encontrado su propio ritmo.

Imágenes: Eduardo Naval.

Colaboraron en la realización de esta nota Eduardo Naval y Manuel Martínez Novillo.

El autor agradece especialmente a Matías Galindo que accedió generosamente a protagonizar este artículo y que, en más de un modo, es coautor del mismo.

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