La afición a los deportes está repleta de alusiones a cazadores que acechan, a rebeldes que enamoran o a insaciables competidores que no dejan nada a los demás. Carlos Sánchez Castañeda reflexiona acerca de los apodos en el ciclismo de alta competencia y lo que ellos dicen de los deportistas, la prensa y el público.
Tercera etapa de la Vuelta a España 2017. Vincenzo Nibali pasa el Alto de la Cordelia, situado a 13 km de la llegada, a una puñada de segundos del grupo de cuatro corredores que pasaron primero el puerto. De ahí en adelante, descenso “a tumba abierta” (como lo llaman los expertos) hasta la meta en Andorra la Vella.
A falta de un kilómetro, Nibali, después de una bajada majestuosa conecta con el grupo puntero y lanzando un sprint gana la etapa. La imagen del día: cruzando la meta pone su brazo sobre su cabeza semejando una aleta de tiburón. Ese día Vincenzo “el Tiburón” Nibali se sintió eso, un tiburón cazando a sus presas.
María Victoria Uribe, reconocida antropóloga e historiadora colombiana, en su ensayo “Antropología de la Inhumanidad: Un ensayo interpretativo sobre el terror en Colombia”, analiza el caso de los alias de los delincuentes más famosos en el periodo de La Violencia en Colombia. La autora llega la conclusión, entre otras, de que en muchos de los apodos de los bandoleros se destacan los nombres de aves (Cóndor, Gavilán, Mirla, Águila Negra, etc.) con el fin de apropiarse de atributos propios de estos animales, como la velocidad o la destreza. Señala Uribe que “los bandoleros se convertían en aves y convertían a sus futuras víctimas también en aves para poderlas cazar”.
Lejos de querer indagar exhaustivamente desde una perspectiva antropológica en los apodos de los deportistas, y de querer comparar a éstos con los bandoleros y asesinos más famosos de La Violencia, propongo un acercamiento a algunos de estos motes o sobrenombres con el ánimo de develar qué hay detrás de su uso, lo que proyectan a los medios y los aficionados. Y lo que los deportistas se pueden proyectar a sí mismos durante las carreras más exigentes del calendario.
El Caníbal
Cinco tours de Francia, cinco Giros de Italia, una Vuelta a España, tres mundiales, 19 Monumentos, 525 victorias en toda su carrera. Por todo esto el belga Eddy Merckx es considerado el mejor ciclista de la historia. Su apodo, “el Caníbal” fue puesto por la hija de uno de sus coequiperos y popularizado por la prensa cuando su compañero comentó que Merckx no le permitía a nadie más ganar una carrera.
Para tener una idea del “apetito” del Caníbal basta con remembrar el Tour de 1969, donde Merckx ganó la clasificación general por casi 18 minutos al segundo en el podio. Ganó la camiseta de los puntos, la camiseta de la montaña y la camiseta combinada, además de seis etapas.
Se puede imaginar a Merckx sintiéndose un despiadado caníbal cuando, a pesar de tener asegurada la victoria final del tour, anduvo 140 km escapado entre el Soulor y el Aubisque para saborear ese plato exquisito que se le sirve sólo a quien llega a la meta primero y solitario.
El canibalismo es la práctica de comer todo o parte de otro individuo de la misma especie, también, la RAE define al caníbal como: “Dicho de una persona cruel y feroz”. Para Merckx el canibalismo fue la práctica de devorar ciclistas de una manera cruel y feroz.
El Pistolero
Pistolero no sólo es quien usa una pistola, es quien la sabe usar con destreza, habilidad y precisión y si alguien tenía suficiente de estos atributos fue Alberto Contador, “el Pistolero”. Dos tours, dos Giros, tres Vueltas y un extenso palmarés hicieron de Contador uno de los vueltómanos más exitosos de las últimas décadas. Su alias, pues hablamos de un pistolero, fue creado por la prensa cuando Contador celebraba semejando con mano a una pistola y dando un tiro al aire.
Alrededor de los pistoleros existe una fama de rebeldía y voluntad, y es que, aparte de su forma de celebrar, es lo que Contador reflejó en su carrera. Nunca fiel a una estrategia conservadora: atacaba lejos de meta, corría con instinto o metiendo en problemas a sus mismos compañeros, muchos de ello corredores de peso, como Lance Armstrong. De esta manera, el Pistolero supo ganarse gran parte de la afición y la prensa. No olvidemos que muchos bandidos a pesar de sus fechorías se metían en el corazón de la gente por la espectacularidad de sus golpes.
El Tiburón del Estrecho
Rob Hatch, relator de ciclismo en Eurosport en inglés, durante la transmisión de la Milán-San Remo 2018 comentaba al respecto del ataque de Nibali para ganar la carrera que “el tiburón está mordiendo a 6 km de meta”. Quizá Hatch use el apodo del corredor y la metáfora de la mordida para dar emoción a la transmisión, pero es probable también que él vea a Nibali como un tiburón ante tan feroz ataque.
Vincenzo Nibali es hijo del Mediterráneo, del Estrecho de Mesina, es hijo del mar y de las olas, su sobrenombre no podría ser otro que el Tiburón (lo Squalo). Apodo revalidado por su forma de correr y sobre todo de afrontar esos descensos de manera tan vertiginosa. Su palmarés lo acredita: un Tour, dos Giros y una Vuelta; dos Monumentos, pero, sobre todo, esa fama de ir siempre al ataque lo confirman, es todo un tiburón sobre la bicicleta.
Nibali no solo ha dejado que se construya una imagen de tiburón alrededor de su persona, él mismo ha aprovechado esta figura celebrando en meta como si fuera un tiburón. También su equipamiento están son decoradas con imágenes de tiburones y hasta comercialmente el corredor tiene su propia marca representada por la imagen de este temido pez.
The Wolfpack
Hasta el momento todos los apodos que he repasado han sido puestos a deportistas de forma individual, y podrían abordarse un número bastante largo de apodos para ver sus peculiaridades y características (“el Cóndor” Quintana, “el Gorila” Greipel, “el Misil” Gaviria, etc.). Sin embargo, uno especialmente llamativo es el de “The Wolfpack” (la manada de lobos), apodo que aparentemente se han auto-impuesto los corredores del equipo Quickstep Floors.
Y es que, si de forma de correr se habla, este equipo es toda una jauría: ya han superado las 50 victorias en el presente año (2018) con 15 corredores distintos y han sido el equipo con más victorias por temporada durante los últimos 6 años. La filosofía del equipo es clara: están para ganar etapas. Si el corredor con el que planeaban ganar en una jornada pincha, cae o simplemente “no va bien de piernas”, otro debe ganar. Corren todos como un equipo, como una manada de lobos.
Este espíritu compañerista se refleja en el ambiente que los ciclistas viven en las carreras, concentraciones y entrenamientos y que es compartido por algunos a través de sus redes sociales. Y aunque la prensa y los aficionados de este deporte no están acostumbrados a ponerle apodos a los equipos, dentro del Quickstep Floors se reconocen como The Wolfpack y como puede imaginarse también tienen su propia línea de merchandising con este apodo. Supremamente interesante es ver en una cena de equipo durante el Giro de Italia 2017 cómo los corredores después del brindis aúllan como lobos.
Algunas observaciones finales
Con este breve ejercicio he querido poner de manifiesto que el sobrenombre de un deportista cuando es apropiado por él mismo, por la prensa y los aficionados va más allá, transformándose en una característica propia de la persona. Esta “faunalización” se realiza para hacer propia una cualidad del animal sobre el que se deriva el apodo que tal vez no se posea o que se quiere potenciar, que para el caso del ciclismo puede ser destreza, habilidad, resistencia, coraje, astucia y otros atributos necesarios en el deporte.
Por otro lado, se puede ver que estos apodos no son del todo aleatorios, pues es común que los ciclistas que compiten por clasificaciones generales y que tienen más atributos de resistencia física, agilidad o sentido táctico sean llamados con sobrenombres de este estilo: el Tiburón, el Cóndor, el Pistolero, el Pirata, la Mariposa, etc. Mientras que los sprinters, corredores para los cuales es importante la fuerza física, la potencia y la musculatura, tienen apodos más relacionados con armas, animales de envergadura e imponentes como: el Misil, el Gorila, el Rey León, el Tigre, entre otros.
Por último, se puede observar que la prensa tiene una necesidad de inventar y emplear estos apodos para proporcionar imaginarios míticos, animalescos y hasta totémicos de esos ciclistas que están protagonizando las carreras. Pues de esta manera crean un vínculo ciclista – aficionado que alimenta el áurea mítica que envuelve al ciclismo como el deporte de las grandes proezas, del desfallecimiento y el resurgimiento y las historias dignas de tiburones, pistoleros y caníbales.