Una novela corta editada en 2014 que se desarrolla en un campo cualquiera del interior argentino. Pero este campo no es el de los gauchos ni, mucho menos, el de las grandes haciendas, este campo pierde las connotaciones bucólicas del pasado para dar espacio al terror, al compromiso social y al mensaje ecologista de Schweblin expresado en tono de neofantástico rioplatense.
Distancia de rescate (2014), Samanta Schewblin. Literatura Random House, 124 págs.
En la ficción, suele suceder que los protagonistas oculten parte de su información para luego —con el correr de las páginas— ir revelándola y, de ese modo, generar tensión y un mayor interés en el relato. A veces también sucede que esa información no es revelada y terminamos indefectiblemente en un final abierto a las interpretaciones de los lectores. Pero lo que, sin dudas, es menos común es encontrar historias en las que los encargados de llevar adelante el relato no sepan identificar cuál es la información relevante que tienen para compartir y cuál es el significado profundo de sus vivencias por la que se encuentran afectados.
Distancia de rescate (Literatura Random House) de Samanta Schweblin es una novela corta editada en 2014 que se desarrolla en un campo cualquiera del interior argentino. Pero este campo no es el de los gauchos ni, mucho menos, el de las grandes haciendas, este campo pierde las connotaciones bucólicas del pasado para dar espacio al terror, al compromiso social y al mensaje ecologista de Schweblin expresado en tono de neofantástico rioplatense.
La historia principal del libro Distancia de rescate se va tejiendo por detrás de la aparente. La narradora —de nombre Amanda— se encuentra postrada en la cama de un hospital y, al no advertir la información clave de su relato, cuenta siempre cosas poco importantes, cosas de más; cosas que, a final de cuentas, hacen al libro. Pero la narradora no está sola en su relato, sino que tiene la ayuda de un tercero: un niño llamado David que va intentando guiarla en su recuerdo de cómo y —más importante— por qué está muriendo.
Amanda acaba de mudarse, junto a su esposo e hija, a una nueva casa rodeada de campos de soja. Sus vecinos son una atractiva mujer de nombre Carla y su hijo David, un niño extraño con dificultades motrices y manchas blancas en la piel. Amanda cuida a su hija manteniéndola siempre a una “distancia de rescate” que le permitiría salvarla en caso de que suceda alguna calamidad. Pero las calamidades, en esos parajes, son imperceptibles: se mueven en silencio.
El pueblo se encuentra habitado por gente deforme, los abortos espontáneos y las muertes blancas son monedas comunes. Todos los personajes terminan siendo víctimas de un escenario engañosamente quieto: “la brisa mueve la soja con un sonido suave y efervescente, como si la acariciara”.
David es el otro protagonista de la novela. Con sus preguntas va intentando encausar —sin éxito— el relato de Amanda para que ésta pueda descubrir cuándo fue precisamente que sucedió la calamidad: la intoxicación de ella y de su hija Nina. Pero David no es un niño normal. O al menos no lo es desde el día en que, junto a un caballo, bebió agua del río contaminado. Ese día, para salvarlo, una curandera transmutó parte de su alma a otro cuerpo. Nina, la hija de Amanda, al final del libro, parece esperar por el mismo destino.
Samanta Schweblin realiza una construcción metódica de su relato, mide con precisión cada una de sus palabras, y tiene como resultado una novela escueta, escultórica: sólida como piel de mármol, y no sería arriesgado decir que su obra Distancia de Rescate es, hasta el momento, la mejor novela del siglo XXI de los escritores argentinos.