Divulgación literaria argentina N°8: «Las aventuras de la China Iron» de Gabriela Cabezón Cámara

Una novela contemporánea que se desarrolla en los espacios clásicos de la gauchesca: el fortín, el desierto, el territorio aborigen y produce reinterpretaciones interesantes no sólo sobre los mismos, sino también sobre los personajes y algunos de los sucesos menos atendidos por el Martín Fierro de José Hernández.

Las aventuras de la China Iron (2017), Gabriela Cabezón Cámara. Random House, 192 págs. 

Una buena idea no suele ser suficiente para el armado de un buen libro. De hecho, las bibliotecas de literatura argentina están compuestas más por malas ideas (o aburridas o sin genio), pero bien escritas, antes que por grandes ideas mal desarrolladas. En otras palabras, creo que para hacer un gran libro siempre hace falta que el autor, a través de su escritura, esté por encima o, al menos, a la altura de su proyecto.

Las aventuras de la China Iron (Literatura Random House) de Gabriela Cabezón Cámara es un buen ejemplo de lo que yo considero es una buena idea bien ejecutada. Una novela que, en menos de doscientas páginas —y a mi parecer—, logra inscribirse en la pétrea tradición literaria, pero sin abandonar la problemática de su propio tiempo. Una novela que, además, tiene genio y tiene ingenio. Genio: encuentra un vacío en la tradición y lo llena. Ingenio: escribe y deleita con una cadencia propia y atractiva.

Gabriela Cabezón Cámara escribe sobre la China Fierro (la esposa de Martín Fierro) que en este libro se bautiza como China Josephine Star Iron o Tararira; una mujer que, después de verse liberada del yugo de su marido y de abandonar a sus dos hijos, emprende aventuras por el desierto junto a una mujer inglesa, Liz, de quien pronto se enamora.

Las aventuras de la China y Liz (como Thelma y Louise, pero sin crímenes y en carreta) se desarrollan en los espacios clásicos de la gauchesca: el fortín, el desierto, el territorio aborigen y producen reinterpretaciones interesantes no sólo sobre los mismos, sino también sobre los personajes y algunos de los sucesos menos atendidos por el Martín Fierro de José Hernández.

Así, descubrimos que el Sargento Cruz y Martín Fierro fueron, de hecho, pareja. Que el fiero gaucho lloró por la muerte de su compañero precisamente por el amor romántico que con él compartía. Que la China tuvo un amante previo de quien, a final de cuentas, pudo haber sido su primer hijo. Que el gaucho Fierro, ya sobre el final del relato, convive con los aborígenes y está muy en contacto con su lado femenino (del mismo modo, la China pasa gran parte del libro vestida en ropas de hombre). Y, hasta haciendo uso de un juego quijotesco, la autora mezcla a José Hernández en el relato y lo describe como un civilizador de gauchos (aunque borracho y decadente) que roba los versos de Martín Fierro y los imprime en un libro sin su consentimiento.

Los argentinos demoramos más de cien años en descubrir y escuchar la voz de nuestra Molly Bloom, la China Iron, pero, al menos, podemos quedarnos tranquilos que a la nuestra no la reprodujo un hombre sino una mujer, Gabriela Cabezón Cámara. A mí impresión, ella logró escribir una novela que no sólo perdurará en el tiempo por su calidad y sus buenas ventas, sino también por haberse inscripto de manera original en la historia de nuestra literatura.

Con bastante seguridad, puede decirse que este libro reciente perfila a convertirse en un clásico.

 

 

 

Comments are closed.